Eran poco más de las ocho. No entendía qué hacía despierto yo a esa hora, pero lo estaba. De hecho, me encontraba en pijama estirado a lo largo del sillón, comiendo torpemente un cuenco de cereales, mientras miraba sin prestar atención un programa en la televisión. Shane se había ido, y no había dejado ninguna nota; algo muy raro en él. Pero me había acostumbrado a estar sin Shane en la casa; desde que vivíamos en Los Ángeles se la pasaba afuera. Regs tampoco estaba, pero ella se encontraba trabajando. Así que éramos Dylan y yo.
Me miraba con cara de cachorro abandonado desde su posición: sentada en el suelo.
-Deja de intentarlo, no va a funcionar – le dije sin sacarle los ojos de encima al televisor. Pero su respuesta fue apoyar una de sus mugrositas patitas encima del sillón y largar un llantito que venía de lo profundo de su garganta.
-Siempre lo mismo contigo – le dije dejándole un espacio en el sillón para que se acueste junto a mí.
Dylan se subió nomás al sillón, pero como el espacio que le había dejado era algo pequeño para ella, no dudó ni un segundo en acostarse sobre mi estómago.
No iba a luchar, no tenía la fuerza.
Me estaba llevando una cuchara colmada de cereal a la boca cuando la puerta se abrió bruscamente. Y cuando digo “bruscamente”, quiero decir que creí que era la policía.
-¡No puedo creer que no me reconocieras! – exclamó una chica desde el umbral de la puerta, mirándome.
Yo, a todo esto, me había caído del sillón, había derramado cereales con leche por toda la alfombra, y tenía una taquicardia que pensé que iba a infartarme.
-¿De qué hablas y quién eres? – pregunté desde el suelo. Dylan había comenzado a comerse el cereal caído.
-Hablo de ayer, y no se pregunta quién eres, Boyd – dijo la chica ingresando a la casa. Estaba vestida de lo más relajada, con un pantalón de jogging, una remera de manga corta lisa, y zapatillas. Llevaba el pelo atado en una cola de caballo y entró como si la casa fuera de ella.
-¿Cómo sabes ese nombre? – dije poniéndome de pie, ella ya estaba a dos pasos de mí.
-¿Todavía no me reconoces? – preguntó preocupada. Ya me estaba dando miedo.
-¿De… debería? No lo sé, estoy dormido… - contesté rascándome la cabeza. Yo estaba muy conciente que siempre era despistado, pero ¿olvidar una persona? No lo creía posible.
-Soy Emily… Emily Williams, ¿la idiota que no sabía quién era el Profesor X? – preguntó señalándose.
-No – contesté sin poder creerlo – Tu no eres… Ella era… Tu… Emily… Estás tan crecida – comenté frunciendo el ceño. En realidad se me escapó.
-¡Brendon! – gritó mirando hacia otro lado y cruzándose de brazos.
-Lo siento es que… No esperaba encontrar tantos cambios. Sólo han pasado dos años… - dije. Sí, no paraba de decir estupideces, pero por suerte ella ignoró a qué me refería.
-¿Sólo dos años? ¡No tienes idea cómo los sufrí! Te necesité tanto… - dijo rodeándome el torso con sus brazos.
Mi corazón había comenzado a latir tan o más rápido que la primera vez que la vi. La abracé torpemente, aún sorprendido que ella estuviese ahí, que fuera real.
-¿Qué te trae por…? Aguarda – dije cayendo en la cuenta - ¿Ayer eras tú? – pregunté alejándome un poco para poder mirarla a los ojos.
Definitivamente aquella era mi Emily. Mi Emily de ojos verdes casi transparentes, mi Emily con pecas en el rostro.
Ella asintió una vez.
-Puedo jurar que la chica con la que hablé ayer-
-¿Era linda? – me interrumpió.
-Iba a decir que tenía ojos celestes, pero si lo quieres poner de esa manera… - bromeé.
-Eran las luces… Shane me dijo lo mismo – contestó rompiendo el abrazo.
-¿Shane sabía que habías vuelto? – inquirí.
-Sí, les conté a él y a Alice, nomás – contestó acercándose a la puerta, que había dejado abierta.
-Alice… - murmuré por lo bajo.
Esa maldita entrometida nunca hacía nada en mi favor. A Shane se lo perdonaba, pero ¿Alice? Ella me podría haber contado que Emily andaba por la ciudad. No, no, no. Esto no terminaría así…
-¿Shane, te encuentras bien? – preguntó asomándose por la puerta.
¡Dios! Era hermosa…
-¡Creo… que acabo… de… herniarme…! – escuché que dijo la voz de Shane a las afueras de la casa.
-Brendon… ¿Podrías ayudar a Shane? – preguntó Emily - ¿Por favor? –
-Claro – contesté sin pensarlo demasiado.
Salí de la casa y me encontré con un Shane luchando por su vida entre tres valijas de tamaño familiar.
-Brendon, ¿eres tú? – preguntó un desesperado Shane a través del montón de valijas.
-Sí, vengo en son de paz. Sólo a ayudarte – comenté quitándole una valija de encima.
-Gracias – dijo dando un profundo suspiro.
Cada uno tomó una valija y compartimos la otra. Eran pesadas, parecía que llevaba gente muerta dentro.
-¿Por qué no me dijiste que había vuelto? – le pregunté a Shane en voz muy baja.
-Porque quería que sea una sorpresa – contestó con el mismo tono.
-Quedé como un idiota… - le incriminé.
-No es mi problema –
-Si me hubieses dicho, ¿a quién lastimabas? –
-Deja de llorar Brendon, ya estás grandecito –
-Siempre lo mismo contigo, tu vas y-
-¿Qué tanto discuten ustedes dos? – preguntó Emily cerrando la puerta una vez que entramos todo.
-Nada – contestamos los dos a la vez.
-¿Por qué las valijas? – pregunté, de pronto dándome cuenta que estaban allí por alguna razón más que simplemente estar allí.
-Me mudo con ustedes – contestó Emily como quién dice “en dos semanas es mi cumpleaños”.
-¿Qué? ¿Por qué? – pregunté.
-Mi madre pensó que era la mejor opción – comenzó Emily.
-Y no me opongo – dije muy, muy por lo bajo. Me escuchó sólo Shane, y tal vez Dylan que me miró con cara de “¿a que no te atreves a decírselo a ella?”.
-Mi hermano Charlie, ¿recuerdas? ¿El artista? Vive aquí, pero por unos meses se fue de viaje a Sudamérica, más específicamente a Argentina y Chile, dicen que tienen los mejores paisajes allí. – comentó al pasar – Y no me dejó vivir en su casa, tenía miedo que estuviera hecha añicos para cuando volviese – dijo poniendo los ojos en blanco.
-Y no lo culpo – dije. Esta vez en voz audible para todos.
-¡Yo no soy así! Bueno, tal vez un poco, pero no si me piden que no destroce nada… - se defendió Emily. – Además-
-Bueno, bueno… Sigue con la historia – la instó Shane.
-De acuerdo. Mi padre está en otra de sus giras con la Orquesta, y esta vez mi hermanito estará tocando con él. – dijo muy orgullosa.
-¡Eso es excelente! – exclamé, recordando que el hermanito de Emily tendría más o menos once años para esta altura. Sería una gran experiencia para él.
-Sí, deben estar por Asia ahora, y mi madre se fue con ellos. Así que me dejaron solita. – continuó – Planeaba quedarme con mi novio y su familia, pero a mi madre no le gustó nada la idea, así que recurrí a mi buen amigo Shane. – terminó.
-¿No… novio? – pregunté tratando de sonar despreocupado.
-Sí, nos conocimos en la universidad, él es paisajista – anunció.
“¿Paisajista?”, pensé confundido. “¿Qué significa eso? ¿Es mejor que yo en algún sentido? Bueno, al menos su madre me prefirió a mí que a él. Aunque probablemente sea porque entre Emily y yo jamás pasará nada…” Estaba absorto en mis pensamientos cuando Shane me sacó del fondo del abismo.
-No le des más vueltas al asunto, ella se quedará aquí por tres meses – dijo Shane – Hasta que vuelva tu hermano Charlie, ¿verdad? – preguntó corroborando.
-Síp. – contestó ella alegre.
-Fenomenal – comenté. Toda la felicidad de tenerla viviendo cerca de mí se había esfumado al escuchar las palabras “mi” y “novio” salir de la boca de la chica que amaba.
-¿Y qué hace un paisajista? – pregunté.
-Diseña paisajes, como jardines, o cosas por el estilo – me explicó Shane.
-¿O sea que básicamente es un jardinero? – estaba realmente confundido.
-No, Brendon. Es mucho más que un jardinero – contestó Emily molesta.
-Lo siento – dije agitando mis manos en el aire mientras Emily comenzaba a desempacar algunas cosas.
-Quédate tranquilo Brendon, es cosa de un par de meses – me dijo Shane. Y los dos sabíamos que no hablaba de la estadía de Emily, sino de su noviazgo con el jardinero.
-O menos, los accidentes ocurren – comenté en voz baja.
-¡Ni se te ocurra! – me advirtió Shane muy paternalmente.
-Amigo, soy músico, no novelista… - le dije dándole unas palmaditas en el hombro.
-Ya le hice una copia de la llave – dijo Shane hablando de Emily – Así no nos molesta tocando el timbre – agregó. Hizo una pausa y continuó: - Y le advierto señorita, que el hecho que su madre no esté aquí no quiere decir que tiene libre albedrío para todo. Prometí a tu madre devolverte sana, salva, y no embarazada. – le dijo amenazándola con el dedo índice.
-¡Shane! – se quejó ella.
-No hay “Shanes” que valgan…. – agregó.
Genial: se me venían tres meses encima de nada qué hacer, más que mirar cómo Emily andaba por ahí pegoteándose con su nuevo novio El Jardinero. No había más gira, no había estudio, no había nada. Iban a ser los mejores tres meses de mi vida…
Me miraba con cara de cachorro abandonado desde su posición: sentada en el suelo.
-Deja de intentarlo, no va a funcionar – le dije sin sacarle los ojos de encima al televisor. Pero su respuesta fue apoyar una de sus mugrositas patitas encima del sillón y largar un llantito que venía de lo profundo de su garganta.
-Siempre lo mismo contigo – le dije dejándole un espacio en el sillón para que se acueste junto a mí.
Dylan se subió nomás al sillón, pero como el espacio que le había dejado era algo pequeño para ella, no dudó ni un segundo en acostarse sobre mi estómago.
No iba a luchar, no tenía la fuerza.
Me estaba llevando una cuchara colmada de cereal a la boca cuando la puerta se abrió bruscamente. Y cuando digo “bruscamente”, quiero decir que creí que era la policía.
-¡No puedo creer que no me reconocieras! – exclamó una chica desde el umbral de la puerta, mirándome.
Yo, a todo esto, me había caído del sillón, había derramado cereales con leche por toda la alfombra, y tenía una taquicardia que pensé que iba a infartarme.
-¿De qué hablas y quién eres? – pregunté desde el suelo. Dylan había comenzado a comerse el cereal caído.
-Hablo de ayer, y no se pregunta quién eres, Boyd – dijo la chica ingresando a la casa. Estaba vestida de lo más relajada, con un pantalón de jogging, una remera de manga corta lisa, y zapatillas. Llevaba el pelo atado en una cola de caballo y entró como si la casa fuera de ella.
-¿Cómo sabes ese nombre? – dije poniéndome de pie, ella ya estaba a dos pasos de mí.
-¿Todavía no me reconoces? – preguntó preocupada. Ya me estaba dando miedo.
-¿De… debería? No lo sé, estoy dormido… - contesté rascándome la cabeza. Yo estaba muy conciente que siempre era despistado, pero ¿olvidar una persona? No lo creía posible.
-Soy Emily… Emily Williams, ¿la idiota que no sabía quién era el Profesor X? – preguntó señalándose.
-No – contesté sin poder creerlo – Tu no eres… Ella era… Tu… Emily… Estás tan crecida – comenté frunciendo el ceño. En realidad se me escapó.
-¡Brendon! – gritó mirando hacia otro lado y cruzándose de brazos.
-Lo siento es que… No esperaba encontrar tantos cambios. Sólo han pasado dos años… - dije. Sí, no paraba de decir estupideces, pero por suerte ella ignoró a qué me refería.
-¿Sólo dos años? ¡No tienes idea cómo los sufrí! Te necesité tanto… - dijo rodeándome el torso con sus brazos.
Mi corazón había comenzado a latir tan o más rápido que la primera vez que la vi. La abracé torpemente, aún sorprendido que ella estuviese ahí, que fuera real.
-¿Qué te trae por…? Aguarda – dije cayendo en la cuenta - ¿Ayer eras tú? – pregunté alejándome un poco para poder mirarla a los ojos.
Definitivamente aquella era mi Emily. Mi Emily de ojos verdes casi transparentes, mi Emily con pecas en el rostro.
Ella asintió una vez.
-Puedo jurar que la chica con la que hablé ayer-
-¿Era linda? – me interrumpió.
-Iba a decir que tenía ojos celestes, pero si lo quieres poner de esa manera… - bromeé.
-Eran las luces… Shane me dijo lo mismo – contestó rompiendo el abrazo.
-¿Shane sabía que habías vuelto? – inquirí.
-Sí, les conté a él y a Alice, nomás – contestó acercándose a la puerta, que había dejado abierta.
-Alice… - murmuré por lo bajo.
Esa maldita entrometida nunca hacía nada en mi favor. A Shane se lo perdonaba, pero ¿Alice? Ella me podría haber contado que Emily andaba por la ciudad. No, no, no. Esto no terminaría así…
-¿Shane, te encuentras bien? – preguntó asomándose por la puerta.
¡Dios! Era hermosa…
-¡Creo… que acabo… de… herniarme…! – escuché que dijo la voz de Shane a las afueras de la casa.
-Brendon… ¿Podrías ayudar a Shane? – preguntó Emily - ¿Por favor? –
-Claro – contesté sin pensarlo demasiado.
Salí de la casa y me encontré con un Shane luchando por su vida entre tres valijas de tamaño familiar.
-Brendon, ¿eres tú? – preguntó un desesperado Shane a través del montón de valijas.
-Sí, vengo en son de paz. Sólo a ayudarte – comenté quitándole una valija de encima.
-Gracias – dijo dando un profundo suspiro.
Cada uno tomó una valija y compartimos la otra. Eran pesadas, parecía que llevaba gente muerta dentro.
-¿Por qué no me dijiste que había vuelto? – le pregunté a Shane en voz muy baja.
-Porque quería que sea una sorpresa – contestó con el mismo tono.
-Quedé como un idiota… - le incriminé.
-No es mi problema –
-Si me hubieses dicho, ¿a quién lastimabas? –
-Deja de llorar Brendon, ya estás grandecito –
-Siempre lo mismo contigo, tu vas y-
-¿Qué tanto discuten ustedes dos? – preguntó Emily cerrando la puerta una vez que entramos todo.
-Nada – contestamos los dos a la vez.
-¿Por qué las valijas? – pregunté, de pronto dándome cuenta que estaban allí por alguna razón más que simplemente estar allí.
-Me mudo con ustedes – contestó Emily como quién dice “en dos semanas es mi cumpleaños”.
-¿Qué? ¿Por qué? – pregunté.
-Mi madre pensó que era la mejor opción – comenzó Emily.
-Y no me opongo – dije muy, muy por lo bajo. Me escuchó sólo Shane, y tal vez Dylan que me miró con cara de “¿a que no te atreves a decírselo a ella?”.
-Mi hermano Charlie, ¿recuerdas? ¿El artista? Vive aquí, pero por unos meses se fue de viaje a Sudamérica, más específicamente a Argentina y Chile, dicen que tienen los mejores paisajes allí. – comentó al pasar – Y no me dejó vivir en su casa, tenía miedo que estuviera hecha añicos para cuando volviese – dijo poniendo los ojos en blanco.
-Y no lo culpo – dije. Esta vez en voz audible para todos.
-¡Yo no soy así! Bueno, tal vez un poco, pero no si me piden que no destroce nada… - se defendió Emily. – Además-
-Bueno, bueno… Sigue con la historia – la instó Shane.
-De acuerdo. Mi padre está en otra de sus giras con la Orquesta, y esta vez mi hermanito estará tocando con él. – dijo muy orgullosa.
-¡Eso es excelente! – exclamé, recordando que el hermanito de Emily tendría más o menos once años para esta altura. Sería una gran experiencia para él.
-Sí, deben estar por Asia ahora, y mi madre se fue con ellos. Así que me dejaron solita. – continuó – Planeaba quedarme con mi novio y su familia, pero a mi madre no le gustó nada la idea, así que recurrí a mi buen amigo Shane. – terminó.
-¿No… novio? – pregunté tratando de sonar despreocupado.
-Sí, nos conocimos en la universidad, él es paisajista – anunció.
“¿Paisajista?”, pensé confundido. “¿Qué significa eso? ¿Es mejor que yo en algún sentido? Bueno, al menos su madre me prefirió a mí que a él. Aunque probablemente sea porque entre Emily y yo jamás pasará nada…” Estaba absorto en mis pensamientos cuando Shane me sacó del fondo del abismo.
-No le des más vueltas al asunto, ella se quedará aquí por tres meses – dijo Shane – Hasta que vuelva tu hermano Charlie, ¿verdad? – preguntó corroborando.
-Síp. – contestó ella alegre.
-Fenomenal – comenté. Toda la felicidad de tenerla viviendo cerca de mí se había esfumado al escuchar las palabras “mi” y “novio” salir de la boca de la chica que amaba.
-¿Y qué hace un paisajista? – pregunté.
-Diseña paisajes, como jardines, o cosas por el estilo – me explicó Shane.
-¿O sea que básicamente es un jardinero? – estaba realmente confundido.
-No, Brendon. Es mucho más que un jardinero – contestó Emily molesta.
-Lo siento – dije agitando mis manos en el aire mientras Emily comenzaba a desempacar algunas cosas.
-Quédate tranquilo Brendon, es cosa de un par de meses – me dijo Shane. Y los dos sabíamos que no hablaba de la estadía de Emily, sino de su noviazgo con el jardinero.
-O menos, los accidentes ocurren – comenté en voz baja.
-¡Ni se te ocurra! – me advirtió Shane muy paternalmente.
-Amigo, soy músico, no novelista… - le dije dándole unas palmaditas en el hombro.
-Ya le hice una copia de la llave – dijo Shane hablando de Emily – Así no nos molesta tocando el timbre – agregó. Hizo una pausa y continuó: - Y le advierto señorita, que el hecho que su madre no esté aquí no quiere decir que tiene libre albedrío para todo. Prometí a tu madre devolverte sana, salva, y no embarazada. – le dijo amenazándola con el dedo índice.
-¡Shane! – se quejó ella.
-No hay “Shanes” que valgan…. – agregó.
Genial: se me venían tres meses encima de nada qué hacer, más que mirar cómo Emily andaba por ahí pegoteándose con su nuevo novio El Jardinero. No había más gira, no había estudio, no había nada. Iban a ser los mejores tres meses de mi vida…
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